miércoles, 1 de mayo de 2013


algo me pasa cuando veo el envase de la Quilmes por la mitad: de cerca a lo tibio, transpirado y agotado. no hay palma que pueda reciclar esas lagrimas que se deslizan por el vidrio hasta llegar al suelo, es una corriente natural que todavia no logro comprender. no hay beso -porque les anuncio que ya  probe con varios- que logre consolar a mi boca, esta rojita tonta que siempre esta y presiente lo que sucede, sabe que algo se esta vaciando, llendo. es una situacion irreversible y la vivo todos los dias cuando destapo una cerveza.
 es inexplicable tratar de acercarlos a ese malestar profundo, malestar que se convierte en el despertador de mi panza, por un raro timpano que seria mi ombligo, oigo los pasos (y siento las patadas) que produce la movilizacion por conseguir un poquito mas; retumban los aplausos en un sincero repudio a los desiertos y a los espejismos que vemos en la suma de calor y pavimento.
solo les digo que para arrimarse a la desazon que me envuelve tratar de entender que el envase, en algun momento, va a  rodar hasta llegar a su cajon, mas, rozar la nitida falta de sabor que me produce verlo,  presten atencion a las canciones eternas, esas que no tienen final, las que se borran despacio, no con una goma porque estan en el aire, no con una pausa porque eso dejaria lugar a que la cancion respire y reviva, con claras posibilidades de volver a patalear con solo un boton. en un ultimo intento porque este texto no entre en combustion, les digo que se desnuden y se arrimen al tocador, con dos o tres de Pugliese esta bien.. oyen... ¿todas tienen alma propia? si, sin embargo, algunas parecieran alejarse sin que las echen, no es nostalgia sino realidad, no es mi razon sino tu corazon el que me domina, es como que se diluyen entre: volumen y silencio






 hoy necesito un barril y una cancion con un final


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